Cuando la pantalla se ve en rojo.
Rojo. No como una advertencia, sino como una invitación. Sino como una invitación. Brillante. Exuberante. Sensual.
Este lienzo floral no grita. Coquetea. Con el aura de un tocador y la confianza en sí mismo de un mercado de arte.
Pétalos rojos dispuestos individualmente y elevados en relieve, como si cada uno de ellos fuera un eco de lo que está por venir: una pieza que no se esconde, sino que se lleva por delante. En el centro hay un monedero.
No está colocado de forma casual, sino montado magnéticamente.
Como un santuario.
O una provocación.
De la pared a la mano.
BrandArt lo llama arte ponible. Y lo dice literalmente. Esta obra no es un escaparate en galerías. Está hecha para el movimiento. Para tocarla. Para el uso. La cartera -un producto original que se ha perfeccionado mediante la transformación artística- se convierte en un actor de la vida cotidiana.
Y ahí empieza el juego: ¿Qué ocurre cuando el arte ya no es inatacable, sino que colecciona huellas? Pátina en lugar de cristal blindado. Vida en lugar de almacenamiento. Esta obra de arte invita a la interacción y cambia con cada toque. No es una decoración. Es un diálogo.
Emojis, iconos e ironía.
¿La pieza central? Un emoji riendo con lágrimas de alegría. A su lado, una corona estilizada de color turquesa chillón con acento rojo. Entre ambos hay un ligero temblor de ironía y cultura pop. El monograma de la marca de lujo sigue siendo reconocible, pero se ha subvertido. El humor se une al brillo.
La corona, antaño símbolo de poder y prestigio, se ha convertido en un dibujo infantil. El emoji, un fragmento digital de la vida cotidiana, se convierte en un emblema. Lo que ambos tienen en común es un destronamiento irónico de la seriedad. El arte puede ser divertido. El lujo puede reír. Y BrandArt sirve de escenario para ello.
El arte se une a la crítica de consumo.
Quien ahora piense: "Un accesorio divertido, ¡qué bien!", sólo ha arañado la superficie. Esta obra es un caballo de Troya. Envuelto en terciopelo. Y lleno de explosivos. Porque detrás de la risa se esconde la crítica: al fetichismo de marca, a los símbolos de estatus y a un mercado que ahoga la originalidad en la producción en masa.
BrandArt contraataca con piezas únicas. Firmadas a mano. 1/1, no a la venta, aptas para las masas. La transformación artística transforma el producto de lujo no en un nuevo accesorio, sino en una nueva actitud. Una actitud que dice: la posesión por sí sola no te hace especial. Lo que haces con ella, sí.
Material, magia, montaje.
La estructura floral es algo más que un fondo. Es a la vez escenario, marco y comentario. El juego de luces sobre el lienzo añade profundidad.
La cartera parece flotar, pero está firmemente anclada gracias a la tecnología magnética. Este montaje no es sólo un truco técnico, sino parte de la declaración artística: el objeto se puede desmontar, transportar y volver a montar. Una metáfora de lo cambiante. Simboliza la tensión entre obra de arte y objeto cotidiano.
Entre museidad y movilidad.
Una obra con actitud.
Lo que queda no es un compromiso, sino una actitud. Sino una actitud. Clara. Audaz. Directa. Esta obra rompe con las expectativas: estética, funcional e ideológicamente.
Te invita a cuestionar tu propio comportamiento:
- ¿Por qué casi nunca nos reímos de lo que tenemos?
- ¿Por qué tratamos el lujo con tanta seriedad?
- ¿Por qué no cogemos una obra de arte literalmente por la mano?
Esta obra no hace preguntas. Las provoca. Y esa es quizá su mayor fuerza.